Saturday, February 16, 2008

La Jetée vs. Twelve Monkeys



¿Puede existir un punto en el tiempo en el que te cruces contigo mismo?, o peor aún, ¿con tu propia muerte? Chris Marker escribe y dirige La Jetée (Francia, 1962), en donde estas preguntas encuentran su respuesta en un corto tirando a mediometraje de tan sólo 28 minutos. Años después, Terry Gilliam retoma la premisa de Marker y orquesta una superproducción hollywoodense denominada Twelve Monkeys (Estados Unidos, 1995). De hecho, el propio Marker participó como guionista en la obra de Gilliam. También el camaleónico David Bowie se basó en La Jetée para filmar el videoclip de la canción Jump, They Say (1993) dirigido por Mark Romanek.
La premisa es muy importante. Lo mejor de Twelve Monkeys es que no pierde la esencia de La Jetée. La diferencia más marcada entre ambas películas es el tratamiento del tema. La de Marker está elaborada en cuadros fotográficos (stills) sin movimiento, salvo en la escena donde “la mujer” interpretada por la francesa Helene Chatelain se encuentra postrada respirando; es un movimiento de escasos veinte segundos aproximadamente; esto, en contraste con la obra de Gilliam que sigue una linealidad de tomas, muy al estilo clásico de Hollywood. Un ejemplo de lo anterior se muestra en la escena donde la sicóloga interpretada por Madeleine Stowe va conduciendo para llevar a Cole (Bruce Willis) a Filadelfia en busca del virus que termina con la humanidad; habla ella y le hacen un acercamiento; habla él y también le hacen un zoom in; siguen hablando, se abre la toma por fuera del vidrio frontal del auto; se toma por fuera del vidrio de la puerta del conductor; en fin, muchos cortes a detalle en una misma escena: clásico.
En La Jetée se hecha mano del recurso de las sombras para crear atmósferas; tomas casi completamente oscuras; el manejo del silencio; todos estos recursos para crear ansiedad, encierro, desesperación, desconcierto. Cuando inyectan al protagonista principal por segunda ocasión, toman a uno de los científicos con el fondo totalmente oscuro y la iluminación recae sobre el rostro. Este recurso luminoso denota ansiedad, cierta omnipresencia y hasta un mensaje de no escapatoria. Es un manejo genial de atmósferas, algo que Gilliam no pudo recrear en Twelve Monkeys.
Las tomas del pasado en La Jetée se manejan bastante iluminadas, en contraste con las del presente o futuro, dependiendo del enfoque que le estemos dando. En la escena del aeropuerto se ve claramente el cielo, la toma es abierta (long shot), y denota libertad, desahogo, alivio, respirar aire puro.
Volvamos a Twelve Monkeys. Hay una escena en la que el personaje interpretado por Bruce Willis está a punto de ser capturado por la policía después de visitar a Jeffrey (Brad Pitt) en una fiesta, para prevenirlo sobre el virus que terminaría con la humanidad. En dicha escena la toma es abierta, hay poca luminosidad, es de noche, está en un bosque y James Cole (Willis) se encuentra chapoteando en una especie de riachuelo pidiendo que lo atrapen para quedarse en el pasado, en su pasado. Esa escena, por sí sola no nos dice nada, se vale de la actuación y el argumento de Willis para darle sentido.
Twelve Monkeys difiere mucho de La Jetée en cuanto a técnicas cinematográficas (aunque ambas sean formalistas). Claro que influye en demasía el contexto en el que ambas ficciones fueron filmadas.
En cuanto a la historia, el manejo del tiempo es excepcional. Como alguna vez escribió Jorge Luis Borges: “el tiempo, ya que al tiempo y el destino se parecen los dos: la imponderable sombra diurna y el curso irrevocable del agua que prosigue su camino”. Marker maneja dos mundos que al final de cuentas es uno, es el mismo. Es complicado comprender el tiempo en que transcurre la historia concebida por Chris Marker ¿será el pasado, o el presente o el futuro?, todo depende del punto de vista desde dónde se observe. Lo único seguro de ambas películas es que nos elevan a la fantasía, a lo irreal, a lo imposible, a un paralelismo en el tiempo, al despertar de un sueño, a ver la realidad como mentira y locura, pero al mismo tiempo la mentira y locura como realidad.

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